miércoles, 23 de febrero de 2011

Call of Juarez: The Cartel



Vaya cantidad de diatribas han lanzado los políticos mexicanos contra el videojuego “Call of Juarez: The Cartel”. Que si fomenta la violencia, que si es una apología de los cárteles de la droga, que si es una falta de respeto para una ciudad como Juárez en donde se han registrado 6 mil asesinatos  en los últimos dos años… en fin. Este debate estéril acerca de los videojuegos violentos lleva años, o más bien décadas y siempre conduce a lo mismo.
Las quejas vertidas  sobre “Call of Juarez: The Cartel” son las mismas que venimos observando (los veteranos) desde las épocas de videojuegos como Doom y Mortal Kombat. Golpes de pecho, polémicas inútiles, declaraciones aventuradas, intentos de sacar raja política y a final de cuentas lo único que se logra con estos burdos intentos de censura es despertar la curiosidad entre el público y aumentar las ventas del juego en cuestiónNo, señores políticos que quieren llevar agua a su molino con este asunto: ni los narcocorridos ni los videojuegos , ni cualquier otro producto hecho para el entretenimiento del público tienen la culpa de la violencia que ocurre en México. Mucho menos algo como Call of Juarez: The Cartel, que seguramente recibirá una clasificación para mayores de 17 años y que aparecerá en consolas algo costosas para el público en general en un país tan pobre como el nuestro.
La violencia en México no tiene uno, sino varios padres: una guerra fallida contra el narco de más de 30 mil víctimas, que lo único que ha causado es una nueva generación de jóvenes huérfanos dispuestos a todo, una pobreza persistente que obliga a niños y a jóvenes a “trabajar” de “halcones” de los zetas en lugar de asistir a una escuela, un descuido criminal de la educación, una nula movilidad social que transforma al mundo del narco como única salida para “ser alguien” por encima de una carrera o una profesión, gobiernos corruptos en muchas ocasiones protectores o incluso aliados de cárteles criminales, entre muchos otros factores que no pueden simplificarse o reducirse a un título de la consola Xbox 360.
Que un niño juegue un videojuego, con una historia ficticia, o que juegue a las guerritas o a los soldaditos como los chamacos de antaño viene siendo, a fin de cuentas, mucho menos impactante y traumático que los simulacros de balaceras y granadazos en donde los infantes tienen que tirarse al suelo, pecho tierra, para aprender  a protegerse de un eventual enfrentamiento armado que en ciudades como Juárez, Monterrey, Culiacán y muchas otras pueden ocurrir en cualquier momento.

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